Por Zacarías Ramírez Tamayo
El
debate alrededor de la industria energética en México aún no se agota. En los
próximos meses, la discusión se centrará en las leyes secundarias. El verdadero
desafío está en convertir a Pemex, más allá del papel, en una verdadera empresa
que genere valor.
En 2010
Deepwater Horizon enfrento una catástrofe de grandes dimensiones. Una torre de
perforación de esta plataforma ubicada en el campo Macondo del Golfo de México,
explotó, produjo un incendio con víctimas mortales y un derrame que se
extendió en un área marítima del tamaño de Puerto Rico.
La
plataforma era propiedad de Transocean y la operaba Halliburton: ambas
trabajaban en un campo concesionado por Estados Unidos a British Petroleum
(BP). Los gastos por este accidente han implicado 40,000 millones de dólares
(mdd) entre limpieza, indemnizaciones y pagos a abogados para hacer frente a
160 demandas colectivas; esta cifra significa el doble de lo quePemex gasta en
exploración y extracción.
Deepwater
Horizon es una muestra del papel que tiene la regulación no sólo para enfrentar
catástrofes sino para gestionar los recursos energéticos por los gobiernos. Es
también una valiosa enseñanza para México, que no tiene experiencia en sacar
petróleo en aguas profundas ni en lidiar con la industria más poderosa del orbe.
Aún
Noruega, el país con el modelo de gestión energética más admirado, depuró su
regulación a raíz del accidente de Macondo: introdujo el requisito, para las
petroleras que quieran extraer crudo de sus campos, de demostrar que pueden
detener un derrame. La encargada de verificar que esa condición se cumpla es la
Autoridad Noruega de Seguridad Petrolera, una de las distintas entidades que
forman parte de un modelo implantado en 1971 y que se basa en la
descentralización de las decisiones.
México
está en un punto similar al de Noruega hace 43 años. En la primera mitad de
este año, el Congreso mexicano deberá discutir una serie de reglas para
completar la transición hacia un modelo energético de participación privada. El
cambio de modelo que hace el país es radical e incluye regulación,
normatividad, supervisión, mejora continua y sanción, dice Javier Estrada, ex
integrante de la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH) y actual director de
Planeación e Información Energética de la Secretaría de Energía (SE).
Lo que
no está claro es si el gobierno mexicano tomará elementos del modelo noruego o
si mantendrá, como hasta ahora, centralizadas las decisiones en el Poder
Ejecutivo a través de la SE y Hacienda.
Vender
crudo no lo es todo
Noruega
fue a contracorriente desde el principio, pues en lugar de nacionalizar su
industria petrolera y cerrar la puerta a las petroleras extranjeras, como
hicieron los países de la Organización de Países Exportadores de Petróleo
(OPEP) en la década de 1960, tomó medidas para atraerlas. Sólo que antes diseñó
un marco regulatorio restringido, que le permitiera disponer de la inversión y
de los profesionales de estas compañías y a la vez desarrollar capacidades
propias, tanto para explotar los recursos de casa como para ser un jugador
global.
Para
lograr esto, el gobierno de corte socialdemócrata creó estímulos para que las
petroleras internacionales se coordinaran con las nuevas empresas locales
vinculadas al sector de energía y a la comunidad académica. Cuando la
cooperación empezó a dar frutos, se comenzó a formar una cadena productiva o
clúster petrolero diversificado, que al paso de los años se volcó hacia los
mercados internacionales.
El
modelo noruego también tuvo éxito en llevar los beneficios del crudo a toda la
población. Los ingresos se usaron para construir infraestructura, reforzar la
educación y apoyar la industria local, y una parte se ahorró en un fondo
creado ex profeso.
El
fondo de pensiones noruego es una de las razones por las que ese modelo es tan
admirado. Convertido hoy en el más grande poseedor de valores europeos, el
fondo tenía, a septiembre de 2013, un valor de mercado de 759,613 mdd. Se creó
con excedentes petroleros que en lugar de ponerlos en manos del gobierno están
destinados a financiar las pensiones de varias generaciones de noruegos.
México
también creará su fondo petrolero, pero en este caso los recursos sí se usarán
para desahogar necesidades del gobierno. El Fondo Mexicano del Petróleo para la
Estabilización y el Desarrollo (FMPED) se alimentará con dinero de las actividades
petroleras, sin considerar impuestos, y con lo que quede una vez que Hacienda
haya atendido otras necesidades presupuestales. Entre los fondos que tendrán
prioridad sobre el fondo están el de estabilización de los Ingresos Petroleros
y de los Ingresos de las Entidades Federativas, y el fondo de Extracción de
Hidrocarburos.
“La
prioridad será reducir pasivos financieros del sector público y finalmente
destinar los remanentes al sistema de pensiones, inversiones en
infraestructura, ciencia, tecnología e innovación, así como proyectos de
energías renovables”, dice el Centro de Investigación y Docencia Económicas
(CIDE).
El
FMPED también tendrá un diseño débil. Hacienda presidirá el consejo del fondo y
al mismo tiempo será el administrador principal de las asignaciones de montos
para cubrir faltantes, señala el CIDE. Además, al ser el fondo un fideicomiso,
no tendrá obligaciones de transparencia y rendición de cuentas que garanticen
que el dinero se usara con equidad de una generación a otra.
“Si lo
quieren hacer bien, pueden hacer vía regulación que ese fideicomiso presente
informes trimestrales del mismo modo que un fideicomiso público”, dice Rodrigo
Domínguez Sotomayor, de la firma Morgan, Lewis & Bockius, con sede en
Louisiana. “También se podría diseñar una transición para que conforme aumenten
los impuestos del gobierno recabados en el nuevo sector energético, se pongan
restricciones al dinero que va del fondo al gasto corriente y que éste opere
como cualquier otro fondo de inversión”, agrega Domínguez.
Democracia,
punto de partida
La
regulación noruega no es fruto de la genialidad. El país escandinavo organizó
su industria energética conforme a las instituciones y tradiciones que ya
existían antes de los descubrimientos de los grandes yacimientos. Entre esas
instituciones están un servicio civil eficaz, un sistema judicial bien
establecido, fuertes tradiciones en derecho internacional y en derechos
humanos, uso de recursos del Estado para desarrollar la industria en conjunto
con la iniciativa privada, desarrollo industrial basado en recursos
hidroeléctricos extendidos por todo el país, amplio y bien desarrollado sistema
educativo e instituciones de investigación científica e industrial bien
desarrolladas.
A
través de impuestos y contribuciones que debe pagar la industria, el marco regulatorio
noruego se asegura de que la mayor parte de la renta petrolera, si no toda,
corresponda a la nación y que los inversionistas reciban un pago justo por su
participación; y si el país quiere conservar una porción mayor de la renta, el
Estado debe hacer inversiones directas en las actividades petroleras; por
ejemplo, a través de una de sus empresas para tener derecho a recibir los
mismos beneficios que cualquier otro accionista.
Y para
evitar que los negocios petroleros dañen a otros negocios, obliga a esta industria
a convivir con el resto de la economía, al tiempo que el gobierno otorga apoyos
económicos a las comunidades.
La
democracia mexicana es menos madura que la noruega y el país no tiene
historial en regulación energética. El caso más duradero es la Comisión
Reguladora de Energía (CRE), creada a principios de la década de 1990 con
facultades limitadas y que adquirió cierta experiencia en distribución de gas,
pero ninguna en materia eléctrica.
En
cuanto a la CNH, creada a raíz de la reforma de 2008 y que a partir de ahora
tendrá un papel más relevante pues será la que adjudique las áreas de
exploración y producción y verifique que los adjudicados tengan las capacidades
técnicas y financieras requeridas, entra a esta nueva etapa con dos grandes
carencias: los comisionados son elegidos con base en criterios políticos —los
siete comisionados son propuestos por el Presidente de la República y tienen
que ser avalados por el Senado— y no hay mecanismos para evaluar sus
resultados como comisión ni como individuos. “También debería tener capacidad
para imponer sanciones”, dice Domínguez Sotomayor.
Las
primeras señales de la calidad de la regulación que el gobierno mexicano planea
implantar vendrán de los cambios en Pemex. La reforma energética redefine a
Pemex como empresa productiva del Estado, por lo que antes de explotar un
yacimiento requerirá la adjudicación de un contrato.
Esa
figura le abre al gobierno la posibilidad de cambiar la ley orgánica de Pemex
para que adopte prácticas de gobierno corporativo, con consejeros profesionales
e independientes y comités de auditoría, inversiones y compensaciones, y así
evaluar por resultados y controles en las compras y ejercicio del gasto para
evitar derroches. El gobierno también puede elegir que Pemex cotice en la Bolsa
con la finalidad de financiarse, y que a la vez esté obligada a informar
periódicamente sobre su desempeño.
pemex.
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